OUT OF CONTROL. REPORTS ON THE ATOMIC BOMB

Música compuesta para la película por Klaus Nielsen

Duración: 50 min. 2023.

 

EXPOSICIONES Y PROYECCIONES

PRÓXIMAS
Museo de Bellas de Asturias y SACO Oviedo. Marzo, 2025.

PASADAS
Fundación BBVA, Madrid. Del 2 de junio, 2023 al 30 de junio, 2024.
Museo de Bellas Artes de Bilbao. Del 23 de enero al 9 de junio, 2024.

 

 

En agosto de 1939, Albert Einstein envía una carta al presidente Roosevelt, en la que le comunica la sospecha de que Adolf Hitler podría estar desarrollando un nuevo y devastador armamento: la bomba atómica. El temor suscitado por la combinación de un régimen totalitario de carácter expansionista y genocida con un arma de destrucción masiva, le lleva a recomendar el comienzo, a la mayor brevedad posible, de un programa propio de desarrollo de armamento nuclear para hacer frente a la Alemania nazi. Roosevelt comprende la gravedad de la amenaza y autoriza la puesta en marcha del gigantesco Proyecto Manhattan: ciencia y tecnología avanzada al servicio de la consecución de objetivos militares.

Con este fin, se reúne en Los Álamos, Nuevo México, a un amplio número de brillantes científicos y tecnólogos, muchos de ellos recién llegados a Estados Unidos huyendo del nazismo, bajo la dirección científica del físico J. Robert Oppenheimer y la dirección militar del general Leslie R. Groves. Como resultado, el 16 julio de 1945 se lleva a cabo con éxito, en el desierto de Nuevo México, la primera detonación atómica, la prueba Trinity, una explosión de veinte kilotones que evidencia un poder de destrucción nunca visto, al tiempo que representa una demostración crucial de la potencia de la ciencia física.

Los científicos quedan abrumados al comprobar el descomunal potencial destructor de la nueva arma, en la que habían estado trabajando febrilmente, día y noche, bajo la heroica premisa de hacer frente a la amenaza latente y con la excitación añadida de ir más allá en el conocimiento de la materia. Pero en el acontecer bélico Alemania ha sido derrotada y, en este nuevo contexto, un pequeño grupo de científicos de Los Álamos siente ahora incertidumbre y ansiedad sobre los usos de la bomba atómica. Se ha abierto paso en ellos el convencimiento de que no solo los aspectos cognitivos de la ciencia deben ser tenidos en cuenta, sino también los intereses y valores humanos en juego. Pasa a primer plano no la cuestión crucial de qué se puede hacer con el arma nuclear, sino la de qué se debe hacer,  e intentan disuadir a los políticos y militares de que se utilice como arma de destrucción masiva contra Japón.

Pero entre los investigadores hay disparidad de opiniones. La mayoría, entre los que se encuentra el propio Robert Oppenheimer, al ser consultados sobre si la bomba debía o no ser arrojada, responden que ser científicos no les otorga una cualificación especial para contestar a preguntas explícitas sobre el universo de los valores y los objetivos del conocimiento, sobre el debe. Aceptan la existente división del trabajo, científica y militar, y en el ámbito de la toma de decisiones no pertenecientes a lo que constituye el núcleo de su quehacer, prefieren guardar silencio.

Veintiún días después de la exitosa prueba Trinity, la bomba Little Boy hace blanco en Hiroshima y, tres días más tarde, Fat Man impacta sobre Nagasaki. El mundo ya no volverá a ser el mismo. En tan solo dos instantes, en dos momentos de aterradora destrucción, mueren 200.000 personas; pero las cifras continuarán aumentando notoriamente en los meses sucesivos a causa de las quemaduras, la radiación, el cáncer, la falta de medicamentos y la malnutrición.

Desde esos desgarradores acontecimientos, se han llevado a cabo más de dos mil ensayos nucleares, desarrollados por países con estructuras políticas diferentes: Estados Unidos, la antigua Unión Soviética, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán o Corea del Norte; en océanos, tundras, desiertos, montañas; detonaciones atmosféricas, terrestres, subterráneas, submarinas. Explosiones cada vez de mayor rendimiento, donde los kilotones se convierten en megatones y llegan a superar 3.100 veces la potencia de la bomba de Hiroshima. Una capacidad destructora sin límites, sin compasión, en una carrera armamentista imparable que no duda en llevar a cabo refinados ensayos nucleares, desalojando para ello a los habitantes de islas paradisiacas y destruyendo sus arrecifes coralinos, o exponiendo a la radiación a cientos de animales e incluso, en algunos casos, a tropas-cobaya. Detonaciones que destruyen y contaminan con su lluvia radioactiva el medio ambiente, los recursos naturales, la fauna, representando una amenaza existencial para la vida en el planeta Tierra.

Los Gobiernos filmaron de manera sistemática y metódica estos ensayos nucleares, acumulando miles de archivos audiovisuales que con el paso de los años han ido saliendo a la luz, permitiéndonos contemplarlos con una mezcla de asombro, horror y, quizás, un punto de fascinación por su potencia y seductora belleza destructiva. Se filmaban para estudiar de manera científica cada paso del desarrollo de la detonación, realimentando a través de estos datos visuales un trabajo continuo de control del poder destructivo.

Acompañando y complementando estas filmaciones, se escribieron centenares de informes, memorandos, ensayos, documentos todos ellos clasificados, en los que se diseccionaba, con las potentes herramientas del análisis científico, la totalidad de la operación nuclear: variables meteorológicas, infraestructuras, niveles de radiación, onda expansiva, rendimiento, nivel de exposición, radiación térmica, efectos en distintos tipos de seres vivos, etc. Nada quedaba sin medir, sin documentar, en unos informes en los que el ser humano, los animales y la vida eran tan solo un objeto formal de análisis e intervención, expulsando, por lo general, del ámbito de consideración de esas miles de páginas todo lo que tuviera que ver con el dominio de la ética, el respeto del principio de dignidad y de la conservación de la vida.

“De donde nace el peligro, nace la salvación también”, escribió el poeta Hölderlin en su poema Patmos. Hoy sabemos bien que del poder aplicado del conocimiento surgen soluciones eficaces e imprescindibles a problemas acuciantes y, en algunas esferas cruciales, es precisamente ese poder el que constituye a la vez el peligro y parte de la solución al mismo. La precisión y el control de los ensayos nucleares, capturados en imágenes e informes objetivados, y en los que pivota Out of Control. Reports on the Atomic Bomb, desembocan en gigantescos arsenales de armas de destrucción masiva, consecuencia de una carrera armamentista imparable, fuera de control. La ciencia es una fuerza transformadora y liberadora fundamental, pero la continuidad y la mejora de la vida en la tierra dependen también del diálogo con otras construcciones culturales, desde las humanidades al arte, y de la participación de fuerzas sociales plurales en aquellas decisiones que involucren riesgos existenciales a escala global.

La narración cinematográfica de Out of Control marca la pauta para la composición musical del danés Klaus Nielsen. La partitura se escribe específicamente para la obra: un paisaje sonoro experimental que incorpora retorcidas y contorsionadas grabaciones de campo y composiciones generadas con sintetizadores y samplers. Nielsen se inspira en las consecuencias que la carrera armamentista tiene para el planeta. El carácter inquietante y futurista de su música contribuye a la atmósfera única de la película.